jueves, 7 de enero de 2010

Introducción a René

No es mi culpa que a mi madre le gustaran los franceses ni que la idea de un gran apellido le apeteciera más que un taco árabe en domingo; lamentablemente mi abuela murió unas semanas antes de mi llegada al mundo, por lo que los nombres de Napoleón, Homero, Carlos, etc. fueron todos reemplazados por René (mi abuela)... (soy hombre). Y así, un nueve de noviembre (como por casualidad, un día especial donde se conmemora la caída de un muro), René Gadeau nació en la ciudad de París. Y, por si así fuera poco, mi nombre hace un interesante juego de palabras que no significa nada en francés, pero que me condena la existencia en español.

Parecería que mi vida hubiese sido concebida para ser algo grande: las espectativas de mi madre, las de mi padre, las de la familia de madre, las de la familia de mi padre... Siendo Olivier Gadeau el gran científico francés y yo el único progenitor que puede heredar el gran apellido milenario, siento un poco de presión en las reuniones familiares y en las fiestas del vecindario. ¡Y mis novias! Pobrecitas, ellas son las que más han sufrido.

Nunca he sabido hacer grandes cosas. No toco ningún instrumento, no bailo, no escribo, no dibujo, no pinto, no actúo: no soy muy sociable que digamos.

En fin, mi vida se reduce a un mundo muy extraño en donde mis ficciones se mezclan con la realidad. Y, francamente, a veces me pregunto cuál de los dos es más real.

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